Durante toda una historia hemos visto como la labor docente ha tomado diversos rumbos. En un principio eran los llamados “sabios”, “Maestros” aquellos que entregaban la sabiduría a los corazones. Aquellos que a través de su dialéctica eran capaces de incrementar desde una sutilidad enorme las potencialidades de sus discípulos, desde un ámbito lúdico proporcionaban los más grandiosos aprendizajes de vida. Y aquel que se hace llamar “discípulo” era un observador, un investigador, un constructor, un creador, un filósofo… que en variadas ocasiones superaba al “Maestro” y el “Maestro en esa instancia se sentía satisfecho”.
Variados ejemplos tenemos en la civilización griega ateniense, entre ellos Platón y Aristóteles.
 Con el avance de los tiempos la labor del profesor era netamente de instrucción, donde existía un emisor y un oyente.
No debemos olvidar que en base a ciertas “autorizaciones” las atribuciones de premio-castigo eran comunes bajo el alero de una educación netamente conductista.
Con el tiempo, se menciona según Jean Piaget que los procesos evolutivos del conocimiento se debían al calendario biológico del Ser humano. Al cual esas etapas de desarrollo cognitivo, llamó “Estadios”. Es decir, por cada año que el niño tenía se encontraba preparado para acceder a ciertos aprendizajes. Aun se mantiene esta estructura en todos los colegios del mundo.
Para luego más adelante apoyados de alguna manera en esta teoría nace el constructivismo. Donde nos dice que sin desmerecer la postulación anterior existen otros factores que influyen en el aprendizaje, a ellas les llamó “experiencias previas” en donde a través del experimentar cotidiano del alumno y toda persona construimos nuestros “aprendizajes significativos” y aquí la labor del profesor es una labor de “Mediador”, donde dejamos de ser instructores y comenzamos a ser  una especie de “Guía” entre el aprendizaje significativo y la experiencia del alumno. Ya no es el docente quien da las soluciones sino es el alumno quien las descubre.
Este postulado lo realiza  Lev Vygotski. Apoyado en él,  Albert Bandura y Walter Mischel postulan que además de construir el aprendizaje el cómo se va edificando es parte de las relaciones sociales. Aquí ya entramos en una etapa en donde lo emocional va tomando fuerza.
Hace algunos años Howard Gardner  nos habla que el ser humano tiene 8 inteligencias de aprendizajes las cuales unas se encuentran más desarrolladas que otras. Aquí la labor del docente es de “Guía y potenciador o motivador” de aprendizajes a través de estrategias metacognitivas se produce una interrelación entre la experiencia personal del alumno (emocional) y los conocimientos (mente)
En  la pedagogía sistémica se comprende que el alumno es un ser humano que trae consigo una historia familiar que se encuentra “Viva” dentro de él. Que sus talentos pueden ser otorgados por herencias familiares como por investigación personal. Que presenta creencias culturales aprendidas desde el el núcleo de su  sistema familiar y su deseo de pertenecer a  ese sistema le hace tomar un rol determinado, desde un profundo amor.
La labor del docente aquí es de acompañar los procesos del educando, comprendiendo sus dinámicas, respetando su entorno familiar, social y su ritmo individual de aprendizaje como también sus intereses. 
El énfasis en esta educación está en hacerlo con un sentido para los alumnos, donde el hincapié está, en que estos aprendizajes puedan ser aplicables a su vida cotidiana y además potenciar  sus recursos y herramientas personales para que aprenda a Ser él /ella mismo (a) quien se vaya haciendo camino al andar hacia sus propios proyectos. Es educar para la vida, donde el educando aprende a ser la mejor versión de si mismo.
El énfasis está en el acompañar al alumno con amor, comprendiendo que cada ser que a tus manos llegue, es un reflejo de una parte tuya que también viene a mostrarte algo y que si tú estás en su camino es porque eres la persona perfecta para acompañar los pasos de ese Ser y de todo lo que existe en su entorno (familia).
El que la familia te acompañe en este proceso, y se involucre sobre todo en el apoyo emocional potencia la acción y la sabiduría del espíritu de ese alumno. Es acompañar su proceso de reconexión con el cuerpo con la mente y el corazón, donde alcanza un equilibrio de coherencia frente a la vida que le lleva hacia un tránsito de aprendizaje más consciente y fluido.
A modo personal les comentaré que en variadas ocasiones y por mucho tiempo oí, que debíamos como “Maestros” ser un ejemplo para los alumnos. Más bajo una percepción personal llevaba ese “Ser ejemplo” como un marcado “Deber Ser” de determinada manera.
Lo asumí desde la perspectiva “Prohibido cometer errores”. Inocencia la mía el sólo pensarlo porque los niños toman de sus profesores, no sólo lo que puedes aportar como enseñanza sino que también tu manera de ver la vida, tus lenguajes gestuales y toda forma de comunicación que en ocasiones es invisible a los ojos, más no al corazón.
Al final ese “Deber Ser” lo sentía como un “Tienes que ser perfecta” y para cualquier persona esto puede transformarse en una carga. Más para mí, había algo más profundo que la simple idea de plantearme desafíos, algo que no había descubierto en su momento pero que sentía de alguna manera, que  hacía mucho ruido.
Poco a poco bajo un trabajo personal fui comprendiendo que en la medida que me hago responsable de mis asuntos,  la labor era más efectiva con los alumnos. ¿Por qué se dará esta situación?
Simple, al estar  en sintonía con la vida siendo presencia presente, estoy en coherencia y esa congruencia la captan los alumnos.
¿A qué se debe esto? Pues a que los alumnos no solamente aprenden desde lo visual, sino que también a través del olfato, de la escucha, de lo táctil, del gusto y lo más importante del sentir. Todos sus sentidos están enfocados en quién está delante de ellos.
Sobre todo los niños y los adolescentes e incluso los jóvenes universitarios. Ellos son en esencia emoción. Por eso un buen profesor no es sólo quien entrega en forma cabal los contenidos, sino quien también es un aporte cualitativo en el vínculo que establece con sus alumnos.
Si ustedes mismos les preguntan a sus hijos ¿Cuál es el profesor que más recuerdan? Seguro será alguien que además de entregar un compilado de conocimientos, también entregó una manera de sentir la vida diferente.
Allí nació otro cuestionamiento y adentrándonos en la “sabiduría cuántica”. El docente es sólo un “contador de experiencias” que a través de la sabiduría de sus propias vivencias aporta a otras vidas, sabiduría.
Seguro ya han pegado el grito al cielo, sobre todo si han realizado post títulos, Maestrías y doctorados. Descuiden que yo también lo he hecho y es válido.
Más me di cuenta que la cantidad de títulos no avalan toda la capacidad que mi Ser manifiesta de manera completa.
Todo aquello que hemos adquirido a lo largo de nuestro camino de existencia, lo hemos aprendido bajo nuestra propia visión y perspectiva. Y ello, también tiene un valor agregado en nuestra profesión. Cada uno de nosotros pinta, decora y colorea el paisaje de la vida según el sentir individual y bajo esa premisa, proyectamos realidad al mundo, así mismo  atraemos realidades a nuestro mundo.
Por lo tanto esos alumnos que llegan a nuestras vidas son parte de esa realidad que construimos, somos los perfectos para ellos, como ellos los perfectos para nosotros.
Donde  cada admirador de ese paisaje tomará partecitas de tu exposición,  aquellas que son sincrónicas  y manifiesten sentido para su alma, integrándola para sí mismo, en beneficio de un aprendizaje individual. Siendo esta  enseñanza, mayor a los conocimientos que podemos entregar como docentes.
Y nosotros como colaboradores, tomamos de cada alumno alguna cualidad que nos hace sentido y la integramos a nuestra evolución personal.
Fue entontes que comprendí  que cada uno se educa así mismo, y que allí radica la fuerza del ser humano. Que no soy quien, para llamarme “Educadora de alguien”.  Simplemente “Educo mi vida para compartir esa experiencia con otros” 
El ser Maestro-discípulo de uno mismo, nos encamina a integrar nuestro Ser. Esa es la enseñanza que compartimos con nuestros alumnos. Ellos toman de un “Todo”, si fuésemos sólo dadores de información existirían más pantallas informáticas en las aulas,  que Colaboradores o docentes.
 
“Ama lo que eres y ama lo que haces y el éxito será su consecuencia”
Un abrazo sentido
Claudia Rodríguez Rolin
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