Cuando los hijos comienzan a crecer y a cambiar. Son los inicios del renacimiento en la adolescencia.
Durante la adolescencia se produce un segundo nacimiento. Este está marcado por la pauta del nacimiento emocional, un renacimiento que se encuentra transitando por la independencia de los padres.
El adolescente intenta por un lado transformarse paulatinamente en lo que quiere ser, y es independiente de los padres y de la familia. Este proceso suele ser para algunos dolorosos y prolongados, más que la primera etapa de su vida.
Esta nueva condición está marcada por el conflicto y por la inconsistencia.
¿Cuál sería el conflicto que aquí se desarrolla?
Los hijos en esta etapa ya no ven a sus padres como ídolos, ellos comienzan a ser personas externas que se destacan en algún área que va directamente relacionado con sus intereses.
Aquí los padres se transforman en los imperfectos a ojos de los hijos, se escuchan frases como ¡No quiero ser igual que mi padre o madre!¡Esto me molesta de mis padres! Y los padres se preguntan ¿Qué fue lo que hice mal?¿En qué momento mi querubín se transformó en esta persona?
Es por este proceso de individuación, que existen las continuas críticas porque en su búsqueda de identificación quizás su opción sea ser distinto y es su manera de expresarlo, pero aún no sabe cómo, ni es consciente de lo que quiere para su vida, se encuentra en un trayecto de descubrimiento y esta búsqueda suele estar llena de inconsistencias.
Buscan identificarse dentro del sistema familiar, buscan un lugar en él para poder desarrollarse teniendo la libertad de poder construirse como ellos quieren ser y no como los padres quieren que sean.
Por otro lado los padres no estamos dispuestos a renunciar el poder, o quizás ya nos habíamos acostumbrados a tomar decisiones por ellos, siendo complicado para nosotros establecer cambios y movimientos que impliquen salir de esa zona de confort a la cual estábamos tan acostumbrados. Es la oportunidad para nosotros de establecer un nuevo camino para la educación de nuestros hijos.
Mientras más nos resistimos a dejar ese poder donde ellos simplemente obedecían nuestras directrices y las ejecutaban sin opción de un no. En esta etapa se tornan revolucionarios. A más restricción mayor revolución.
¿Pero qué se esconde detrás de ese lenguaje?
Lo que en profundidad quieren ellos decirnos es: – Papá, mamá escuchen lo que tengo que decir, esto es importante para mí.
¿Estamos dispuestos a escucharles? ¿Por qué nos dificulta tanto establecer ese contacto? ¿Estamos haciendo las cosas, cómo las aprendimos de nuestros padres o nos estamos dando la oportunidad de hacerlo diferente? O quizás ¿Te asusta perder el control de tus hijos y de tu vida? ¿Qué pasaría si así fuera?
Y si le agregamos las veces que en casa las normas y valores no son respetados por nosotros mismos como adultos, los hijos comienzan a fijarse en esos detalles y a preguntarse ¿Por qué tú puedes transgredir las normas y yo no?
Y aquí es donde nace la desconfianza. El hecho de no ser nosotros congruentes y consecuentes con nuestras propias reglas en acciones, sentires y pensamientos para los hijos se transforma en algo dudoso de tomar para sus vidas. Porque se preguntan ¿Si papá o mamá lo exige y ellos no lo viven, no debe ser tan bueno? Y ante la duda se abstienen.
Donde a estas alturas ya se ha producido un quiebre comunicacional que mantiene por un lado a los padres exigiendo respeto que sienten que no tienen de los hijos, y por otro lado los hijos están solicitan que se respete su integridad como personas diferentes a ellos.
Ellos se encuentran solicitando participación activa dentro de la familia, que su voz sea escuchada y valorada por los progenitores y aquí la forma del lenguaje entra a ocupar un lugar esencial. El cómo nos expresamos ante nuestros hijos puede restablecer el conducto comunicativo o definitivamente alejarlos más.
Por el nexo que nos une con ellos, no sólo pueden ver la forma sino que también el fondo, es decir ellos no solamente observan lo que decimos sino que también sienten desde donde lo estamos diciendo….quizás estemos proyectando nuestras propias inseguridades… y los hijos al percibirlo de manera inconsciente con sus reglamos nos preguntan ¿Y por qué tiene que ser de esa manera y no otra? ¿Cuáles serían los beneficios?
“Cuidado papás con estar trasvasijando nuestras propias inseguridades en la vasija de vida de los hijos. Esto sería prolongar una situación de temores diversos hacia la vida.” ¿Realmente quieres eso para tus hijos?
Para los padres este proceso es un inicio de un nuevo camino de educación y requiere de cambiar la forma con la cual lo habíamos estado haciendo, y eso para nosotros implica esfuerzo y movimiento, los cuales muchas veces no estamos dispuestos hacer.
Retardar nuestros propios cambios es retardar sus cambios también, debido a que puede afectar negativamente en su desarrollo hacia la vida adulta retardando su crecimiento emocional.
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