“Muchas maravillas hay en el universo; pero la obra maestra de la creación es el corazón de una madre”
Bersot
Quisiera comenzar con la siguiente pregunta. ¿Cómo prefieres ver y sentir a mamá? Seguro muchas de ustedes responderán que prefieren sentir a su madre feliz. ¿Y saben por qué? Porque eso que escuchamos que tu felicidad es la nuestra, no resulta tan ajeno a querer lo mismo para nuestros padres. Amamos a nuestros padres de una manera profunda, tanto es así, que lo que ellos no han podido resolver en sus vidas, nosotros como hijos decimos “Yo lo hago por ti, mamá” o “Yo lo hago por ti, papá” y sin desearlo conscientemente tomamos esa historia como si fuera nuestra, intentando dar un final feliz a aquello que no pudo resolverse en el pasado. Creyendo que desde ese amor ingenuo e inocente salvaremos y recobraremos la felicidad y la alegría de nuestros padres para luego decirles a ellos, ya todo está hecho y de esa manera seguimos perteneciendo a ese clan. Pero mientras tanto…..¿Qué ha pasado con tu vida? ¿Cuál ha sido el costo de esa lucha? ¿Realmente se es feliz viviendo desde la vida de otra persona? ¿Qué hiciste con aquello que te gustaba hacer?
Esta singular manera de relacionarnos con nuestros padres para el orden del sistema familiar no es un acto de amor consciente, al contrario es una postura arrogante, y eso nos quita fuerza vital. Porque no estamos apreciando y dando real valor a lo que nos fue dado como regalo divino. Y es cuando ese Ser comienza a transformarse en ese deber ser.
Recordemos que nuestros padres con las herramientas que ellos tienen quieren lo mejor para nosotros y nuestra felicidad. El mismo deseo que como madres tenemos para nuestros hijos.
Y es cuando interiorizamos este amor poco esclarecido, crecemos dando forma y vida a ese deber ser, nos vamos transformando en un ser “Perfecto” “super mamá” “super esposa” “super amiga” “super eficiente y eficaz colaboradora en el trabajo” y otros roles más
“Algunas mujeres encuentran que sus esfuerzos por alcanzar el éxito y la fama se habían basado en complacer a sus padres, especialmente al padre interiorizado. Cuando empiezan a mirar hacia su motivación, algunas tienen dificultad en encontrar en sí mismas partes auténticamente suyas.”
Maureen Murdock
Que los hijos observan toda esta historia consciente e inconscientemente y lo mismo puede suceder con nuestra pareja.
Desde la mirada sistémica los hijos pueden tener estos posibles comportamientos:
a) Que haga lo mismo que tú, y se transforme en esa perfección durmiendo sus sueños, llegando a olvidar quien es en esencia. El costo de esa renuncia a vivir su vida, puede ser muy dolorosa porque como está cumpliendo sueños de mamá, siendo esa perfección que en su interior no quiere ser. Y ante solo encuentra tristeza porque no se siente libre de vivir su vida como desea hacerlo.
b) Que se transforme en la oveja negra para la familia, porque en su interior quiere romper con esa estructura de perfección.
c) Que la relación con los hijos sea de amor y odio, porque sienten que ante una “madre perfecta”, no pueden cometer errores y eso les provoca rabia que al fin y al cabo guarda una profunda tristeza porque no se sienten amados por lo que son. Sienten que el amor que le tienes se encuentra condicionado a tus normas. Donde el mensaje que les llega a través de tus acciones es “Yo te amo, siempre y cuando….” Y ante esa sensación los hijos temen a tus reacciones porque no se quieren sentir rechazados. Y desde esa manera de relacionarse, crecen con miedo a no cumplir con las expectativas maternas, se vuelven inseguros y tienden a solicitar la aprobación externa constante. O establecen derechamente una relación basada en la rabia haciendo todo lo contrario a lo que se espera de él o ella generando continuas peleas entre madres e hijos.
En ambas posiciones guardan cada una por sí misma, guarda una profunda tristeza de no sentirse amados incondicionalmente.
d) Observan a una madre continuamente estresada, cansada, enferma y en ocasiones malhumoradas.
Esto daña la comunicación con los hijos y la relación de pareja.
e) Se transforman en hijos entrenados, autoexigentes, desconectados de su esencia.
Y entonces es de esa manera, como lo que viviste en su momento ya sea porque tuviste la apreciación de esa madre perfecta o quizás tuviste una madre afectivamente ausente, se construyan este tipo de realidades y dinámicas.
Una madre feliz, es una mujer que ha sanado sus heridas.
Escrito por:
Klaudia Rodríguez Rolin
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